Nacimiento del surrealismo en el Café de Flore
Saint-Germain-des-Prés, palabra mágica… Único barrio de París, en donde se frecuentaban y mezclaban las diferentes corrientes de creación artística y literaria en un universo de libertad.
El Café de Flore hace su aparición a inicios de la Tercera República, sin duda en 1887. Su nombre se debe a una escultura de la pequeña deidad que se encontraba al frente del bulevar.
A finales del siglo XIX, Charles Maurras, instaló su primer piso y redactó su libro « Sous le signe de Flore ».
Hacia 1913, Apollinaire se adueñó del lugar. Con Salmon transformaron la planta baja en sala de redacción: y así aparece la revista « Les soirées de Paris ». La guerra no cambiará para nada las costumbres del gran poeta. El Flore es su oficia y recibe a gente a horas fijas.
Así, un día de primavera de 1917, éste presenta Philippe Soupault a André Breton. Más tarde, al provocar el encuentro de estos dos jóvenes poetas con Aragon, Apollinaire inicia de esta forma los cimientos del grupo dadaísta.
El mismo años, inventa la palabra « surrealismo ». Cuando Tristan Tzara llega a París, sus amigos dadaístas le hacen visitar el Flore ya que allí era donde Apollinaire había vivido y donde falleció (en 1918). En 1922, la redacción de la revista erudita « Le Divan » se reúne regularmente en las banquetas del Flore. Malraux, en cuanto a él, viene a beber su Pernod helado.
Nacimiento del surrealismo en el Café de Flore
Saint-Germain-des-Prés, palabra mágica… Único barrio de París, en donde se frecuentaban y mezclaban las diferentes corrientes de creación artística y literaria en un universo de libertad.
El Café de Flore hace su aparición a inicios de la Tercera República, sin duda en 1887. Su nombre se debe a una escultura de la pequeña deidad que se encontraba al frente del bulevar.
A finales del siglo XIX, Charles Maurras, instaló su primer piso y redactó su libro « Sous le signe de Flore ».
Hacia 1913, Apollinaire se adueñó del lugar. Con Salmon transformaron la planta baja en sala de redacción: y así aparece la revista « Les soirées de Paris ». La guerra no cambiará para nada las costumbres del gran poeta. El Flore es su oficia y recibe a gente a horas fijas.
Así, un día de primavera de 1917, éste presenta Philippe Soupault a André Breton. Más tarde, al provocar el encuentro de estos dos jóvenes poetas con Aragon, Apollinaire inicia de esta forma los cimientos del grupo dadaísta.
El mismo años, inventa la palabra « surrealismo ». Cuando Tristan Tzara llega a París, sus amigos dadaístas le hacen visitar el Flore ya que allí era donde Apollinaire había vivido y donde falleció (en 1918). En 1922, la redacción de la revista erudita « Le Divan » se reúne regularmente en las banquetas del Flore. Malraux, en cuanto a él, viene a beber su Pernod helado.
Le Flore en boga
Intelectuales, pintores, editores, cineastas se cruzan y se « reconocen »…
En los años 30, Pascal, el mesero filósofo que Albert Camus apodará Descartes, servía a Trotzki o Chou En Laï. Y así fue que los literarios acudieron al Flore. Léon-Paul Fargue pasaba una o dos horas cada día, Raymond Queneau conversaba con Michel Leiris. Georges Bataille, Roger Vitrac, Robert Desnos solían sentarse en una mesa cercana a la de Thierry Maulnier, quien de vez en cuando se unía a Robert Brasillach. Inevitablemente, los editores instalaron sus puestos de observación: Bernard Grasset, Robert Denoël, Eugène y Charles Fasquelle. Supervivientes de Montparnasse solían pasar con mucho gusto, como Derain, los hermanos Giacometti, Zadkine o Picasso acompañado de Christian e Yvonne Zervos.
El pintor Yves Tanguy llevaba a Léo Mallet, quien escribió después de la guerra « La nuit de Saint-Germain-des-Près ». Y así, poco a poco, los cineastas acudieron al Flore como: Marcel Carné, Yves Allégret quienes frecuentaban actores tales como Serge Reggiani, Jean Vilar, Arthur Adamov. Luego, la « pandilla de Prévert » se adueñó del lugar, ocupando a veces hasta los tres cuartos de la sala. La « pandilla de Prévert », era de hecho el « grupo Octubre »: Jacques Prévert, Pierre Prévert, Jean-Louis Barrault, Raymond Bussières, Roger Blin, Marcel Duhamel, Jean-Paul Le Chanois, Guy Decomble, Paul Frankeur, Yves Deniaud, Paul Grimault, Fabien Loris, Sylvia Bataille, Maurice Baquet, Max Morise y el pequeño Mouloudji…
Le Flore en boga
Intelectuales, pintores, editores, cineastas se cruzan y se « reconocen »…
En los años 30, Pascal, el mesero filósofo que Albert Camus apodará Descartes, servía a Trotzki o Chou En Laï. Y así fue que los literarios acudieron al Flore. Léon-Paul Fargue pasaba una o dos horas cada día, Raymond Queneau conversaba con Michel Leiris. Georges Bataille, Roger Vitrac, Robert Desnos solían sentarse en una mesa cercana a la de Thierry Maulnier, quien de vez en cuando se unía a Robert Brasillach. Inevitablemente, los editores instalaron sus puestos de observación: Bernard Grasset, Robert Denoël, Eugène y Charles Fasquelle. Supervivientes de Montparnasse solían pasar con mucho gusto, como Derain, los hermanos Giacometti, Zadkine o Picasso acompañado de Christian e Yvonne Zervos.
El pintor Yves Tanguy llevaba a Léo Mallet, quien escribió después de la guerra « La nuit de Saint-Germain-des-Près ». Y así, poco a poco, los cineastas acudieron al Flore como: Marcel Carné, Yves Allégret quienes frecuentaban actores tales como Serge Reggiani, Jean Vilar, Arthur Adamov. Luego, la « pandilla de Prévert » se adueñó del lugar, ocupando a veces hasta los tres cuartos de la sala. La « pandilla de Prévert », era de hecho el « grupo Octubre »: Jacques Prévert, Pierre Prévert, Jean-Louis Barrault, Raymond Bussières, Roger Blin, Marcel Duhamel, Jean-Paul Le Chanois, Guy Decomble, Paul Frankeur, Yves Deniaud, Paul Grimault, Fabien Loris, Sylvia Bataille, Maurice Baquet, Max Morise y el pequeño Mouloudji…
La Ocupación
« En el Flore, la época de la Ocupación fue como cruzar un océano, las salpicaduras de los eventos se rompían contra la borda ».
Henri Pelletier (pintor)
En 1939, Paul Boubal compró el Café de Flore. La gran estufa de leña instalada en medio de la sala era una invitación a largas horas de estudio a las que los escritores se entregaban con mucho gusto. Simone de Beauvoir era incluso una de las primeras en aprovechar de ello. Jean-Paul Sartre escribió: Nos instalamos por completo: desde las nueve de la mañana hasta el mediodía, trabajábamos. Luego íbamos a almorzar, a las dos de la tarde regresábamos y discutíamos con los amigos que nos encontrábamos hasta las ocho de la noche. Después de cenar, recibíamos a la gente a la que habíamos dado una cita. Esto puede parecerles algo extraño, pero estábamos en el Flore, estábamos en casa ». Otro detalle importante, durante la ocupación, era que no se veían alemanes en el Flore. Sartre inventó la filosofía « existencialista ». De hecho, afirma: « los caminos del Flore han sido, para mí, cuatro años en los Caminos de la libertad… ».
En aquella época, el Flore se parecía más a un club inglés que a un café. En mesas de 10 o 12 personas los amigos de siempre o del día anterior se reunían e improvisaban cada cual su turno a condición de saber cómo hacerse aceptar de forma discreta o brillantemente. En esa época Léon Paul Fargue y Maurice Sachs acudía todos los días. Simone Signoret escribió en sus memorias: « Nací una noche del mes de marzo de 1941 sobre una de las banquetas del Café de Flore ». La Ocupación, en el Flore, tenía un aire de libertad. La « pandilla de Prévert » por un lado, la « familia de Sartre » del otro, o el « grupo comunista » encabezado por Marguerite.
La Ocupación
« En el Flore, la época de la Ocupación fue como cruzar un océano, las salpicaduras de los eventos se rompían contra la borda ».
Henri Pelletier (pintor)
En 1939, Paul Boubal compró el Café de Flore. La gran estufa de leña instalada en medio de la sala era una invitación a largas horas de estudio a las que los escritores se entregaban con mucho gusto. Simone de Beauvoir era incluso una de las primeras en aprovechar de ello. Jean-Paul Sartre escribió: Nos instalamos por completo: desde las nueve de la mañana hasta el mediodía, trabajábamos. Luego íbamos a almorzar, a las dos de la tarde regresábamos y discutíamos con los amigos que nos encontrábamos hasta las ocho de la noche. Después de cenar, recibíamos a la gente a la que habíamos dado una cita. Esto puede parecerles algo extraño, pero estábamos en el Flore, estábamos en casa ». Otro detalle importante, durante la ocupación, era que no se veían alemanes en el Flore. Sartre inventó la filosofía « existencialista ». De hecho, afirma: « los caminos del Flore han sido, para mí, cuatro años en los Caminos de la libertad… ».
En aquella época, el Flore se parecía más a un club inglés que a un café. En mesas de 10 o 12 personas los amigos de siempre o del día anterior se reunían e improvisaban cada cual su turno a condición de saber cómo hacerse aceptar de forma discreta o brillantemente. En esa época Léon Paul Fargue y Maurice Sachs acudía todos los días. Simone Signoret escribió en sus memorias: « Nací una noche del mes de marzo de 1941 sobre una de las banquetas del Café de Flore ». La Ocupación, en el Flore, tenía un aire de libertad. La « pandilla de Prévert » por un lado, la « familia de Sartre » del otro, o el « grupo comunista » encabezado por Marguerite.
París, posguerra
El existencialismo se encarna en una juventud con sed de libertad, Juliette Gréco, Boris Vian…
El existencialismo estaba de moda y Juliette Gréco impuso su estilo de forma alargada. Boris Vian redactó « el manual de Saint-Germain-des-Près », tocaba la trompeta en sótanos, escribía poemas, estaba en total adecuación con su época y fue uno de los actores principales. Saint-Germain-des-Près era y es un lugar de encuentros y amistades, un increíble laboratorio en el cada uno propone su forma, color, gusto y visión de la libertad, ya que aquí se trata de la libertad más que cualquier otra cosa. Arthur Koestler, Ernest Hemingway, Truman Capote, Lawrence Durrell son miembros fieles, son miembros del PCF, el « Pouilly Club de Francia » creado por Boubal, partido anecdótico con nombre del famoso vino blanco que se servía en el café. Al medio día, el patrón saludaba a los amigos surrealistas tales como André Breton y por la noche a Albert Camus o los cuatro húsares: Nimier, Déon, Kléber Haedens y Jacques Laurent, mientras que Albert Vidalie y Antoine Blondin empredían memorables batalles de huevos duros (o frescos) que salpicaban sobre los hermanos Prévert y sus amigos del « grupo Octubre » o sobre Artaud o Vian.
Daniel Gélin y Danielle Delorme jóvenes y guapos. Es en el Flore en donde protegían su amor, Jacques Tati seguramente les habrá cruzado y Sacha Guitry probablemente envidiado.
París, posguerra
El existencialismo se encarna en una juventud con sed de libertad, Juliette Gréco, Boris Vian…
El existencialismo estaba de moda y Juliette Gréco impuso su estilo de forma alargada. Boris Vian redactó « el manual de Saint-Germain-des-Près », tocaba la trompeta en sótanos, escribía poemas, estaba en total adecuación con su época y fue uno de los actores principales. Saint-Germain-des-Près era y es un lugar de encuentros y amistades, un increíble laboratorio en el cada uno propone su forma, color, gusto y visión de la libertad, ya que aquí se trata de la libertad más que cualquier otra cosa. Arthur Koestler, Ernest Hemingway, Truman Capote, Lawrence Durrell son miembros fieles, son miembros del PCF, el « Pouilly Club de Francia » creado por Boubal, partido anecdótico con nombre del famoso vino blanco que se servía en el café. Al medio día, el patrón saludaba a los amigos surrealistas tales como André Breton y por la noche a Albert Camus o los cuatro húsares: Nimier, Déon, Kléber Haedens y Jacques Laurent, mientras que Albert Vidalie y Antoine Blondin empredían memorables batalles de huevos duros (o frescos) que salpicaban sobre los hermanos Prévert y sus amigos del « grupo Octubre » o sobre Artaud o Vian.
Daniel Gélin y Danielle Delorme jóvenes y guapos. Es en el Flore en donde protegían su amor, Jacques Tati seguramente les habrá cruzado y Sacha Guitry probablemente envidiado.
La «Nouvelle Vague»
« En aquella época, teníamos la impresión que todo el cine se reunía en ese lugar: los autores y sus musas, los dialoguistas, los decoradores, casi todos los que participaban en la creación » Daniel Gélin.
En los 60, el mundo del cine se adueñó del lugar: Christian Vadim, Jane Fonda, Jane Seberg, Roman Polanski, Marcel Carné. Brigitte Bardot, Alain Delon, Losey y Belmondo preferían la terraza, como Simone Signoret, Yves Montand o Gérard Philipe antes que ellos. Daniel Fillipachi frecuentaba asiduamente el Flore que conoció de niño cuando acompañaba a su padre. En cuanto a Léo Ferré, él nunca entraba sin Pépé, su mona, al hombro. La intelligentsia de la época, unos ya célebres y otros por serlo estaban en la sala: Alain Robbe-Grillet, Michel Butor, Sollers, Sagan, Roland Barthes, Nathalie Sarraute, Romain Gary…
También la moda, sus creadores como Yves Saint Laurent y Pierre Bergé, Rochas, Gunnar Larsen, Givenchy, Lagerfeld, Paco Rabanne, Guy Laroche, así como sus « criaturas »: los más guapos, los más célebres modelos del mundo que Thierry Le Luron y sus cómplices Jacques Chazot, Mourousi y Jean Marie contemplaban a escondidas con Régine, Casterl o los hermanos Botton.
En desorden, César, Tristan Tzara, Alberto Giacometti, Dali, Pierre Seghers, Pierre Brasseur, Alice Sapritch, Serge Reggiani, Jean Vilar y el psicoanalista Jacques Lacan prolongaron la tradición del Café de Flore durante los años sesenta.
La «Nouvelle Vague»
« En aquella época, teníamos la impresión que todo el cine se reunía en ese lugar: los autores y sus musas, los dialoguistas, los decoradores, casi todos los que participaban en la creación » Daniel Gélin.
En los 60, el mundo del cine se adueñó del lugar: Christian Vadim, Jane Fonda, Jane Seberg, Roman Polanski, Marcel Carné. Brigitte Bardot, Alain Delon, Losey y Belmondo preferían la terraza, como Simone Signoret, Yves Montand o Gérard Philipe antes que ellos. Daniel Fillipachi frecuentaba asiduamente el Flore que conoció de niño cuando acompañaba a su padre. En cuanto a Léo Ferré, él nunca entraba sin Pépé, su mona, al hombro. La intelligentsia de la época, unos ya célebres y otros por serlo estaban en la sala: Alain Robbe-Grillet, Michel Butor, Sollers, Sagan, Roland Barthes, Nathalie Sarraute, Romain Gary…
También la moda, sus creadores como Yves Saint Laurent y Pierre Bergé, Rochas, Gunnar Larsen, Givenchy, Lagerfeld, Paco Rabanne, Guy Laroche, así como sus « criaturas »: los más guapos, los más célebres modelos del mundo que Thierry Le Luron y sus cómplices Jacques Chazot, Mourousi y Jean Marie contemplaban a escondidas con Régine, Casterl o los hermanos Botton.
En desorden, César, Tristan Tzara, Alberto Giacometti, Dali, Pierre Seghers, Pierre Brasseur, Alice Sapritch, Serge Reggiani, Jean Vilar y el psicoanalista Jacques Lacan prolongaron la tradición del Café de Flore durante los años sesenta.
Saint-Germain-des-Près, el pueblo de Francia el más conocido en el mundo
Le Flore, Les Deux-Magots y Lipp son las capillas.
En 1983, el Sr. Boubal conoce al Sr. y la Sra. Siljegovic, su sensibilidad respectiva coinciden perfectamente con el ambiente del Flore, a su « aura » y a su futuro. El Sr. Boubal encuentra en ellos, los dignos sucesores de este lugar mítico.
Se dice del Flore que es « mítico », « una institución » que abre sus puertas a una clientela de iniciados.
Los fantasmas de las personas que lo han frecuentado, los rostros (conocido o no) de los que lo frecuentan hacen de este lugar, un lugar con un gran pasado pero bien anclado en el presente. La clientela es una sutil mezcla de artistas, escritores, intelectuales, periodistas, políticos, estilistas o « grandes patrones », pero también de fieles anónimos. En el Flore, uno llega sin avisar y se encuentra con gente con la que hubiese podido darse una cita. Se viene para ver, para hacerse ver pero con algo de discreción. La clientela francesa es la misma que la de ayer y aún más la de hoy en día. Serge Gainsbourg bebía sin importar un doble pastis 51 al que bautizó un « 102 ». Gianni Agnelli hacía sus cenas familiares parisinas. A la hora de la Fiac, Francis Bacon se sentaba a una mesa del Flore, llegada casi al medio día y no se movía hasta el atardecer.
El Flore, a las primera horas de la mañana pertenecía a la clientela asidua cuyo ritual no cambia con el pasar de los años. Entre ellos se encuentra a: Jean-Loup Sieff, Alain Ayache quien ríe al decir « Tomar su café en el Flore te hace un poco más inteligente ». Luego, sigue la ronda de citas periodísticas y políticas.
En el Flore, ningún día es igual. Sin embargo, todos son iguales. En el primer piso, a Juliette Fréco le gusta soñar. Para ella, « en el Flore la gente es menos fea que en otros lugares ». Un poco más lejos Elkabach lee su periódico, Jean Drucker tiene una conversación algo animada. Es en ese lugar que a los autores les gusta hacer entrevistas y a los actores dar citas. Claire Chazal encuentra una amiga y conversan como colegiales, a Catherine Deneuve le gusta indiferentemente la planta baja y el primer piso, como a su hija Chiara Mastroianni.
Fabrice Lucchini, ligero como una pluma, se pasea con su locura bajo los candiles Art-déco del Flore.
Bernard-Henri suele comer en la misma mesa, la de la derecha abajo del péndulo, allí es donde se sentaban los miembros del PCF; Arielle Dombasle, su mujer, se reúne con él o acompaña a su abuela para un té por la tarde cuando Laurent Terzieff se encuentra en su mesa. Sonia Rykiem y Nathalie, su hija, tienen una mesa reservada todos los días hasta las 13h30, si trata de sentarse en ese lugar a esas horas, de seguro el mesero le propondrá rápidamente otra mesa. Ir allá para los brunchs del fin de semana es un privilegio compartido para Danielle Thompson y su esposo, Albert Koski. Reciben como en casa a su familia, amigos…
Cada año, Lauren Bacall se hospeda unos meses en París, en Saint-Germain-des-Près y pasa mucho tiempo en el Flore, con esa presencia única de una gran dama, sublime y discreta. Pero el Flore es ante todo un café literario en donde los autores de ayer y de hoy se reúnen: Albert Cossery, François Nourrissier, Pierre Bourgeade, Jean d’Ormesson, Jorge Semprun, Tahar Ben Jelloun son unos de los fieles clientes. Poco después de la salida de « El Alquimista », Paulo Coelho fue al Flore y allí pasó la mayor parte de sus tardes parisinas.
A Patrick Besson y Marc-Edouard Nabe les gusta polemizar en torno de una copa. Pascal Bruckner e Yves Simon conversan tranquilamente mientras saludan con los demás.
En el Flore, el cine americano también está presente: Sharon Stone ama degustar champán, Robert de Niro pasa las mañana contemplando los transeúntes, Francis Ford Coppola declaró en un canal francés que su sueño es vivir en St-Germain-des-Près para poder tomar su café todas las mañanas en el Flore (su hija Sofia es una clienta fiel). Johnny Depp no tiene hora: temprano por la mañana, por la tarde o por la noche. En primavera Isabella Rosselini suele sentarse en terraza, Jack Nickolson, con el cigarro en boca aprovecha de los primeros rayos de sol… Al Pacino, Tim Buton, Matt Dillon, Harvey Keitel, Gary Oldman, Cher, Paul Auster suelen toparse.
Saint-Germain-des-Près, el pueblo de Francia el más conocido en el mundo
Le Flore, Les Deux-Magots y Lipp son las capillas.
En 1983, el Sr. Boubal conoce al Sr. y la Sra. Siljegovic, su sensibilidad respectiva coinciden perfectamente con el ambiente del Flore, a su « aura » y a su futuro. El Sr. Boubal encuentra en ellos, los dignos sucesores de este lugar mítico.
Se dice del Flore que es « mítico », « una institución » que abre sus puertas a una clientela de iniciados.
Los fantasmas de las personas que lo han frecuentado, los rostros (conocido o no) de los que lo frecuentan hacen de este lugar, un lugar con un gran pasado pero bien anclado en el presente. La clientela es una sutil mezcla de artistas, escritores, intelectuales, periodistas, políticos, estilistas o « grandes patrones », pero también de fieles anónimos. En el Flore, uno llega sin avisar y se encuentra con gente con la que hubiese podido darse una cita. Se viene para ver, para hacerse ver pero con algo de discreción. La clientela francesa es la misma que la de ayer y aún más la de hoy en día. Serge Gainsbourg bebía sin importar un doble pastis 51 al que bautizó un « 102 ». Gianni Agnelli hacía sus cenas familiares parisinas. A la hora de la Fiac, Francis Bacon se sentaba a una mesa del Flore, llegada casi al medio día y no se movía hasta el atardecer.
El Flore, a las primera horas de la mañana pertenecía a la clientela asidua cuyo ritual no cambia con el pasar de los años. Entre ellos se encuentra a: Jean-Loup Sieff, Alain Ayache quien ríe al decir « Tomar su café en el Flore te hace un poco más inteligente ». Luego, sigue la ronda de citas periodísticas y políticas.
En el Flore, ningún día es igual. Sin embargo, todos son iguales. En el primer piso, a Juliette Fréco le gusta soñar. Para ella, « en el Flore la gente es menos fea que en otros lugares ». Un poco más lejos Elkabach lee su periódico, Jean Drucker tiene una conversación algo animada. Es en ese lugar que a los autores les gusta hacer entrevistas y a los actores dar citas. Claire Chazal encuentra una amiga y conversan como colegiales, a Catherine Deneuve le gusta indiferentemente la planta baja y el primer piso, como a su hija Chiara Mastroianni.
Fabrice Lucchini, ligero como una pluma, se pasea con su locura bajo los candiles Art-déco del Flore.
Bernard-Henri suele comer en la misma mesa, la de la derecha abajo del péndulo, allí es donde se sentaban los miembros del PCF; Arielle Dombasle, su mujer, se reúne con él o acompaña a su abuela para un té por la tarde cuando Laurent Terzieff se encuentra en su mesa. Sonia Rykiem y Nathalie, su hija, tienen una mesa reservada todos los días hasta las 13h30, si trata de sentarse en ese lugar a esas horas, de seguro el mesero le propondrá rápidamente otra mesa. Ir allá para los brunchs del fin de semana es un privilegio compartido para Danielle Thompson y su esposo, Albert Koski. Reciben como en casa a su familia, amigos…
Cada año, Lauren Bacall se hospeda unos meses en París, en Saint-Germain-des-Près y pasa mucho tiempo en el Flore, con esa presencia única de una gran dama, sublime y discreta. Pero el Flore es ante todo un café literario en donde los autores de ayer y de hoy se reúnen: Albert Cossery, François Nourrissier, Pierre Bourgeade, Jean d’Ormesson, Jorge Semprun, Tahar Ben Jelloun son unos de los fieles clientes. Poco después de la salida de « El Alquimista », Paulo Coelho fue al Flore y allí pasó la mayor parte de sus tardes parisinas.
A Patrick Besson y Marc-Edouard Nabe les gusta polemizar en torno de una copa. Pascal Bruckner e Yves Simon conversan tranquilamente mientras saludan con los demás.
En el Flore, el cine americano también está presente: Sharon Stone ama degustar champán, Robert de Niro pasa las mañana contemplando los transeúntes, Francis Ford Coppola declaró en un canal francés que su sueño es vivir en St-Germain-des-Près para poder tomar su café todas las mañanas en el Flore (su hija Sofia es una clienta fiel). Johnny Depp no tiene hora: temprano por la mañana, por la tarde o por la noche. En primavera Isabella Rosselini suele sentarse en terraza, Jack Nickolson, con el cigarro en boca aprovecha de los primeros rayos de sol… Al Pacino, Tim Buton, Matt Dillon, Harvey Keitel, Gary Oldman, Cher, Paul Auster suelen toparse.
En el bastidor de un café culto
El Flore es el café más célebre del mundo. Gracias a Sophie Fontanel, sepa qué pedir, qué decir y dónde sentarse… ¡y conviértase en un amigo de casa!
Cuatro formas de llamar a las personas que van al Flore:
« Un cliente del Flore ». Es la fórmula básica, la que le ubica rápidamente entre las raras personas que tienen el derecho a reservar una mesa por teléfono. « Un pilar del Flore ». Es la fórmula inelegante. Dios es testigo que nunca jamás un cliente del Flore diría eso.
« Viene seguido al Flore ». Es la fórmula de lujo. Quiere decir que Fulano (por ejemplo: Quentin Tarantino) sabe dónde están las señales de lujo. No juega flipper en el café Le Colibri. No es un pobre tipo.
« Cuando va a París, él va al Flore ». Es la fórmula especial para los actores americanos. Robert de Niro, ahora un poco « out », incluso en el Flore, cuando va a París, él también va al Flore. O, si no puede por los paparazzis, se hace entregar cosas del Flore a su hotel. Lengua que se debe utilizar en el Flore Para pedir un café. Si uno quiere ser chic, no se dice « un café », pero un « café pot ». Se sirve en un pequeño jarro con la tasa vacía y su linda bandeja. Para pedir una copa de vino. Si uno quiere ser chic, no se dice « una copa de vino blanco », pero un « Ladoucette », vino de la casa.
Para pedir patatas fritas. Si uno quiere ser chic, no se dice patatas fritas (no hay), pero un « paquete de chips ».
Cómo se reconoce a un cliente :
Cuando entra. Saluda al señor imponente de la entrada y corre a saludar a la señora de la caja, es decir a Marie-Hélène, Nadine o Irène, la que está ultra maquillada por la noche.
Cuando se sienta. Éste deja sus cosas sobre la mesa, incluso el ordenador y sube a lavarse las manos al primer piso, como en casa.
Cuando desayuna. Sólo pide huevos pasados por agua y pan tostado para remojarlo. Cuando traga algo. Pide un Welshrarebit, incluso en verano. En un pebetero se le servirá un pan tostado al horno cubierto de cerveza y de queso cheddar. Se come con salsa Worcester, incluso puede (y se debe) dejar que se le riegue por el mentón. Frases « hyperesnob » que deben pronunciarse antes de ir « ¿Se te ocurre otro lugar, a más del Flore? » Significa: « Yo he decidido ir al Flore y no cambiaré de lugar ni cuando las ranas críen pelo, pero finjo interesarme a otras cosas, incluso si eso no es, obviamente, mejor que mi primera idea ».
« De una al Flore, ¿verdad? » Significa: « Contigo me siento muy cómodo, sé que nos comprendemos ».
« Nos vemos en el Flore y luego veremos lo que haremos… » Significa: « Todo depende con cuánta gente nos topemos en el Flore ».
Agradecimiento: Sophie Fontanel, revista Elle, dic. 2005
En el bastidor de un café culto
El Flore es el café más célebre del mundo. Gracias a Sophie Fontanel, sepa qué pedir, qué decir y dónde sentarse… ¡y conviértase en un amigo de casa!
Cuatro formas de llamar a las personas que van al Flore:
« Un cliente del Flore ». Es la fórmula básica, la que le ubica rápidamente entre las raras personas que tienen el derecho a reservar una mesa por teléfono. « Un pilar del Flore ». Es la fórmula inelegante. Dios es testigo que nunca jamás un cliente del Flore diría eso.
« Viene seguido al Flore ». Es la fórmula de lujo. Quiere decir que Fulano (por ejemplo: Quentin Tarantino) sabe dónde están las señales de lujo. No juega flipper en el café Le Colibri. No es un pobre tipo.
« Cuando va a París, él va al Flore ». Es la fórmula especial para los actores americanos. Robert de Niro, ahora un poco « out », incluso en el Flore, cuando va a París, él también va al Flore. O, si no puede por los paparazzis, se hace entregar cosas del Flore a su hotel. Lengua que se debe utilizar en el Flore Para pedir un café. Si uno quiere ser chic, no se dice « un café », pero un « café pot ». Se sirve en un pequeño jarro con la tasa vacía y su linda bandeja. Para pedir una copa de vino. Si uno quiere ser chic, no se dice « una copa de vino blanco », pero un « Ladoucette », vino de la casa.
Para pedir patatas fritas. Si uno quiere ser chic, no se dice patatas fritas (no hay), pero un « paquete de chips ».
Cómo se reconoce a un cliente :
Cuando entra. Saluda al señor imponente de la entrada y corre a saludar a la señora de la caja, es decir a Marie-Hélène, Nadine o Irène, la que está ultra maquillada por la noche.
Cuando se sienta. Éste deja sus cosas sobre la mesa, incluso el ordenador y sube a lavarse las manos al primer piso, como en casa.
Cuando desayuna. Sólo pide huevos pasados por agua y pan tostado para remojarlo. Cuando traga algo. Pide un Welshrarebit, incluso en verano. En un pebetero se le servirá un pan tostado al horno cubierto de cerveza y de queso cheddar. Se come con salsa Worcester, incluso puede (y se debe) dejar que se le riegue por el mentón. Frases « hyperesnob » que deben pronunciarse antes de ir « ¿Se te ocurre otro lugar, a más del Flore? » Significa: « Yo he decidido ir al Flore y no cambiaré de lugar ni cuando las ranas críen pelo, pero finjo interesarme a otras cosas, incluso si eso no es, obviamente, mejor que mi primera idea ».
« De una al Flore, ¿verdad? » Significa: « Contigo me siento muy cómodo, sé que nos comprendemos ».
« Nos vemos en el Flore y luego veremos lo que haremos… » Significa: « Todo depende con cuánta gente nos topemos en el Flore ».
Agradecimiento: Sophie Fontanel, revista Elle, dic. 2005